El murguista invisible

 "Nos dicen que todo es para todos, que la inclusión no tiene límites, que el talento es secundario... hasta que llega la hora de la verdad. Entonces, la doble vara de medir aparece. No todo es como nos hacen creer. #Hipocresía #DobleMoral #RealidadSinFiltros"

 

Título: "El Murguista Invisible"


Capítulo 1: La Murga de la Igualdad


En la bulliciosa Cádiz, donde las olas del Atlántico cantan coplas de resistencia y las luces del Gran Teatro Falla iluminan sueños carnavaleros, Paco "el Mudo" sintió el llamado. No tenía voz, no tenía oído, no tenía el más mínimo sentido del ritmo, pero tenía algo más valioso que eso: conciencia social.


Desde pequeño había crecido en un hogar donde la lucha de clases se debatía en cada comida. Su padre, antiguo sindicalista de astillero, le enseñó que la cultura es del pueblo y para el pueblo, y que cualquier intento de exclusión era un atentado contra la igualdad. Así que cuando vio que la murga "Los Solidarios de Cádiz" estaba buscando nuevos miembros con un cartel que decía:


"Abierto a todes. Inclusión total. No al elitismo cultural. Siéntete libre de ser quien eres."


…supo que ese era su sitio.


El ambiente era todo lo que esperaba: camaradería, discursos sobre justicia social, chistes sobre la derecha y el franquismo, críticas ácidas a los recortes y a los especuladores. Allí estaban los de siempre, los auténticos, los que hacían carnaval no por fama, sino por resistencia.


—Hermano, aquí no hay estrellas ni privilegiados. Aquí somos iguales, —le aseguró Antoñito "el Rojo", líder de la murga, con una camiseta del Che y un pin de la hoz y el martillo.


La bienvenida fue cálida. Todos hablaban de inclusión, de acabar con el intrusismo en el arte, de abrir la murga a quienes nunca habían tenido oportunidades. Paco "el Mudo" sintió que su momento había llegado.


Capítulo 2: Ensayos y Contradicciones


Las primeras semanas fueron un sueño. En cada ensayo, las charlas sobre igualdad pesaban más que las pruebas de voz. Las letras se revisaban con escrutinio para asegurarse de que no ofendieran a ningún colectivo, a ningún género, a ningún oprimido.


Pero había un pequeño problema.


Paco "el Mudo" no tenía voz.


Los primeros días lo animaban:


—¡No te preocupes, compadre! Aquí nadie es mejor que nadie. ¡El carnaval es del pueblo!


Pero cuando llegaron los ensayos más serios, la cara de los compañeros empezó a cambiar.


—Paco, cariño, ¿tú no tienes otra habilidad? ¿Quizás puedas hacer percusión?


—¿Bailar, tal vez?


—¿Te vendría bien llevar la pancarta?


Paco se negaba a aceptar que el problema era su voz. ¡Le habían dicho que el talento no debía ser una barrera! Sin embargo, la murga empezaba a notar que la utopía tenía un pequeño defecto: las comparsas también tienen que sonar bien.


Con disimulo, empezaron a desplazarlo. En cada ensayo, su micrófono estaba apagado. La lucha por la igualdad parecía tener matices, sobre todo cuando el compromiso con la calidad artística chocaba con la ideología.


Capítulo 3: La Gran Noche y la Realidad


La final del COAC estaba a la vuelta de la esquina. Paco "el Mudo" llegó al Gran Teatro Falla con su disfraz de revolucionario, una boina roja y una sonrisa de emoción. Pero cuando fue a buscar su sitio en el escenario, Antoñito "el Rojo" le puso una mano en el hombro.


—Mira, hermano… Ha habido un pequeño ajuste en la puesta en escena. Vamos a sacar una pancarta reivindicativa, y tú eres perfecto para sostenerla en el centro del escenario.


Paco sintió un escalofrío.


—Pero… yo quiero cantar.


Antoñito sonrió con una empatía impostada.


—Es que la lucha no siempre es en primera línea. Hay muchas formas de aportar.


El telón subió, las luces brillaron. La murga arrancó con una copla vibrante sobre los derechos sociales, mientras Paco sostenía una pancarta con el lema:


"¡Igualdad real para todes!"


Cuando la actuación terminó, los vítores resonaron en el teatro. El jurado los premió por su mensaje de inclusión y lucha. Pero Paco ya no se sentía parte de la murga. Había descubierto la trampa de la igualdad forzada.


Epílogo: La Verdad Sin Máscaras


Después del carnaval, intentó hablar con sus compañeros.


—Si la murga es inclusiva, ¿por qué no me dejaron cantar?


Las respuestas fueron un ballet de eufemismos:


—La inclusión tiene límites.


—Hermano, la lucha es más grande que una sola persona.


—No todo el mundo vale para todo.


Y ahí estaba la verdad, desnuda y sin disfraces. Al final, no importaba cuánto abrazaran la causa de la igualdad, la calidad sí importaba. No se trataba de género, ni de clase, ni de ideología. Se trataba de talento.


Paco "el Mudo" se fue en silencio, entendiendo por primera vez que el problema no era su voz, sino la hipocresía de quienes dicen que el 

arte es para todos, pero en realidad solo es para los que saben hacerlo bien.


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